La aparición de la variante Ómicron (B.1.1.529) del síndrome respiratorio agudo severo altamente mutado coronavirus 2 (SARS-CoV-2) ha provocado respuestas de pánico en todo el mundo debido a sus mutaciones contagiosas y de escape de vacunas. Esta variante ha sido designada como una variante de preocupación (COV) por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde enero de 2021, han surgido múltiples variantes del virus y se han vuelto dominantes en muchos países. La aparición de estas variantes de COV (alfa, beta, gamma y delta) fue responsable de nuevas oleadas de infecciones en todo el mundo. Se informó que la variante Delta tiene una mayor transmisibilidad, una mayor carga viral y altas tasas de reinfección. Debido a su capacidad para escapar de la inmunidad natural, se convirtió en la variante globalmente dominante.
El surgimiento de Ómicron como un nuevo VOC ha transformado la noción del final del COVID-19 y ha creado una nueva discusión sobre la efectividad de la vacunación y la campaña de refuerzo en curso en un mundo ya cansado de COVID-19. En comparación con otros COV, esta variación inusualmente lleva un número excepcionalmente alto de mutaciones (50) en la proteína de pico (S), el objetivo antigénico principal de los anticuerpos producidos por infecciones o inmunización. Esto ha llevado a la comunidad científica a investigar hasta qué punto esta nueva variante podría socavar las vacunas existentes. La comunidad científica sabe poco sobre la infectividad, el avance de la vacuna y la resistencia de los anticuerpos de Ómicron, y los resultados experimentales confiables de los laboratorios tardarán algunas semanas en aparecer.
Esto ha desencadenado los llamamientos para intensificar los programas de vacunación, incluidas las dosis de refuerzo.
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