Conclusiones
Es importante hacer nuevos aportes que puedan orientar estrategias para reducir la vaginosis bacteriana debido a las complicaciones obstétricas y ginecológicas asociadas y a la vez generar procesos estandarizados de higiene íntima que puedan reducir costos y mejorar la calidad de vida de las mujeres (García, 2007).
La prevalencia de VB es similar a la previamente informada en Latinoamérica. Su frecuencia está asociada a los hábitos higiénicos y a las prácticas sexuales (García, 2007). La VB no es un síndrome nuevo, pero sí una enfermedad ya reconocida. Es el tipo de infección vaginal más común en todo el mundo entre las mujeres en edad reproductiva y representa cuando menos 1/3 de todas las infecciones vulvovaginales (Pozo et al 2000).
La VB no es provocada por un patógeno único, sino que es un síndrome clínico polimicrobiano que se distingue por una secreción vaginal anormal y una alteración de la ecología microbiana normal de la vagina con desplazamiento de la flora lactobacilar (Pozo et al 2000). La transmisión sexual inequívoca de VB permanece sin comprobarse. El tratamiento actual con metronidazol oral y vaginal o clindamicina oral y vaginal es efectivo (Pozo et
al 2000). La percepción de los ginecólogos sugiere claramente la prescripción de fármacos combinados, con corta duración del tratamiento, aceptable comodidad posológica y tolerancia, costo aceptable, libre de efectos nocivos y que prevenga las recidivas. Según el Índice Nacional deTerapéutica y Enfermedades de México, los ginecólogos de este país mencionan 15 moléculas diferentes (70%) para el tratamiento de la vaginitis. Las dos primeras corresponden a la combinación de clindamicina más ketoconazol y metronidazol más nistatina (Bueno et al 2008).
La promiscuidad, el inicio precoz de las relaciones sexuales y el no uso del preservativo favorecen la aparición de la vaginosis bacteriana (Cutié et al 1999). La protección durante la menstruación también incide en la probabilidad de vaginosis bacteriana. Entre los distintos factores protectores se puede mencionar el lavarse las manos tanto antes como después de orinar o hacer deposición, evitar relaciones sexuales durante la menstruación y, especialmente, el uso de toallitas en lugar de tampones, que protege en un 65% la aparición de vaginosis bacteriana (Herrán, 2008).
A pesar que las duchas vaginales han sido frecuentemente asociadas con VB, la relación causa efecto es menos clara. Es posible que las duchas vaginales tengan un efecto directo sobre la flora vaginal causando una disminución de los lactobacilos, lo que favorece un aumento de las bacterias asociadas con VB. También es posible que las mujeres puedan practicar duchas vaginales como resultado de sufrir síntomas vaginales asociadas con VB (Chávez et al 2009).
Para que exista vaginosis se requiere que los lactobacilos disminuyan, que otro tipo de bacterias proliferen y que aumente el pH. El alto valor diagnóstico de la célula clave sugiere que, cuando la población bacteriana alcanza su punto máximo, los microorganismos cubren a las células epiteliales, y esto probablemente coincidirá con la aparición del olor característico, debido a que es cuando más aminas aromáticas deben producirse (Méndez et al 2015).
Autor: Revista Científica Mundo de la Investigación y el Conocimiento. 1(5). pp. 702-714. Vol. 1, núm. 5., (2017)